Ser coherente. Y para qué. Es más cómodo pensar hacer decir las cosas sin criterio. Cuesta menos. Es más fácil quejarse de lo que te jode que no te sonrían cuando te atienden en un supermercado cuando tú no eres capaz de pedir algo por favor. Queda mejor escribir lo mucho que te fastidia que no te respondan un whatsapp y haber dejado sin responder varios sms cuando eso se llevaba. Predicar con un ejemplo que no practicas.
Mi obsesión por ser coherente me hace adorar a la gente que veo que lo es. Y no siempre se puede ser coherente. Hace poco me dijeron, sobre mi obsesión por serlo, que no pasa nada si alguna vez no lo era. Que no pasaba nada si un día decidía pensar hacer decir algo que poco tenía que ver con algo que había pensado dicho hecho el día anterior. Cuando a mí eso me tortura por dentro. Cuando todo lo que pienso digo hago intento hacerlo en consonancia con lo que siento. Pero a veces se puede ser incoherente, me dijeron. No pasa nada. No te hace peor persona.
Algún día que he intentado serlo, por eso de que
no pasa nada, puedes ser incoherente.
Pero no me ha salido. Me cuesta. Me pica. Igual que me pica cuando la gente de mi alrededor lo es. Y eso no les hace peores personas. Es verdad. Quizá solamente se amolden mejor a las circunstancias, y yo debería aprender de ello. Quizá sepan sobrevivir mejor que yo. Quizá vivan más fácilmente, más cómodamente.
Lo que pasa es que una cosa es no ser coherente alguna vez, quizá por esa supervivencia, puntual, y otra ser totalmente incoherente siempre. Eso me pica, me pica mucho. Pero igual que cuando te rascas sonríes aliviado, cuando encuentro a una persona coherente, esa de verdad, sonrío aliviada. Me relajo. La observo. La disfruto. Y la guardo cerca de mí durante todo el tiempo que sea siempre.