Empezar 2015 en Londres sólo puede augurar cosas buenas. No escuchamos campanadas, ni hubo confetis, ni matasuegras. Sólo gente reunida en una plaza, de países y culturas diferentes, unos gorros divertidos traídos desde Vitoria que, extrañamente (hablamos de Londres), llamaron la atención de mucha gente, emoción y sonrisas.
El Big Ben al fondo nos acercaba a la medianoche. Un poco a tientas, imaginamos que estaban sonando las campanas. Mis compañeros de viaje comían sus uvas, yo los miraba, pues hace muchos, muchos años que no como uvas, ni nada, en fin de año. Por eso de darle la vuelta a las cosas. O qué se yo.
Después, abrazos, deseos y fuegos artificiales. Y vuelta al hotel. Quedaba mucho por hacer, andar, observar y disfrutar.
Londres es magia. Cada rincón. Cada persona con la que te cruzas. La gente es educada. Sus calles son diferentes. No es necesario hacer nada especial para vivirlo todo al máximo. Basta con pasear, fotografíar, mirar, escuchar, sentarse a tomar un café caliente y hablar.
Londres en buena compañía es perfecto. Con compañeros de viaje con los que compartes ritmo, intereses, aventuras, risas y dolor de pies. Con amigos, con tu amor, echando de menos a parte del equipo, y viviendo con intensidad cada lugar de la ciudad.
Londres es querer volver. Siempre queda algo por ver, o por volver a ver, pero nunca cansa ni defrauda. Por eso sé que regresaremos. De eso estoy segura.
Porque empezar 2015 en Londres sólo puede traer cosas buenas. Mucho trabajo, mucha salud, muchos momentos compartidos con familia y amigos, muchos besos, muchos abrazos, llorar de risa. Se lo pedí al Big Ben. Me dijo que sí.