Mi experiencia con la cándida albicans

Hace mucho tiempo que no actualizo el blog y hoy tengo ganas de hacerlo. No con una entrada bonita como las que me gusta escribir, sino contando una experiencia que estoy viviendo actualmente, ya con menos intensidad, pero que me gustaría explicar por si alguien puede verse identificado y puede encontrar algo de luz. Esta es mi experiencia con la cándida albicans intestinal.

candida albicans

Mi cuerpo me pedía auxilio a gritos y yo no lo escuchaba. Lo oía, sí, pero no me detenía a ver qué me estaba diciendo.

Visité médicos, me hice pruebas, todo estaba bien. Eso suponía un gran alivio mental, pero los síntomas físicos persistían. La comida seguía sentándome mal y ya no sabía hacia dónde tirar, qué hacer para remediarlo.

El destino me puso delante a una persona que supo escucharme y me enseñó a que yo también lo hiciera. Sus sesiones de osteopatía visceral me llevaron hacia un lugar en cierto modo desconocido para mí: mi propio cuerpo y su conexión con mis emociones. Con él descubrí que parte del dolor de mi estómago y de mi intestino era un dolor emocional, la acumulación de historias, circunstancias, lágrimas y estrés que habían terminado por hacer mella en mi estado de salud. Y que, quizá en el mejor momento de mi vida, habían decidido aflorar. Una llamada de atención.

Me puse a trabajar en ello. Dejé que sus manos aliviaran el dolor. Y avanzaba tres pasos, retrocedía uno. Algo no terminaba de estar bien. Finalmente, una analítica en la que yo no confiaba mucho reveló un dato muy interesante: la presencia de cándida albicans en mi intestino.

Hacía tiempo que me habían hablado de su existencia, y ahora quedaba confirmado que tenía candidiasis intestinal. Pero, ¿qué es eso? ¿Cómo lo iba a solucionar? Había tantas dudas en mi cabeza…

No es fácil comenzar de cero y menos hacerlo con una dieta tan restrictiva. Pero estaba segura de que eso era lo que me hacía estar tan mal últimamente, y era la razón por la que no terminaba de recuperarme con esas sesiones y de que prácticamente todo lo que comía me sentara mal. Todavía había algo que no me dejaba sonreír del todo.

Leí mucho, mucho sobre el tema. Los médicos parecen no hacer excesivo caso de estas cosas, pero tampoco me solucionan nada cuando acudo a ellos con mis molestias. Tenía claro qué alimentos debía eliminar de mi dieta, cuáles era bueno incorporar, pero todo unido a mi intolerancia al gluten y a la lactosa hacía muy complicada mi alimentación diaria.

Contacté con una nutricionista que me confeccionó un menú a medida, equilibrado, con el que poder eliminar la cándida de mi cuerpo. Con la ayuda de uno de mis ángeles añadí un extra para ayudar a que desapareciera por completo. Y todo ello con mucha fuerza de voluntad.

El proceso

Comencé este proceso en el mes de mayo. He sido muy estricta y constante. Sin concesiones. He comido todo lo que sé que la debilita y he eliminado todo lo que sé que la fortalece. No ha sido nada fácil. La dieta anticándida es complicada.

Una de las cosas que hay que eliminar es el azúcar, y no era consciente de la adicción que, sin saberlo, tenía.

Al comer alimentos sin gluten tipo pan, bollería, cereales…. cualquiera procesado, estaba dando a mi cuerpo una dosis muchísimo más alta de azúcar que la habitual, puesto que estos productos sin gluten incorporan en su formulación más azúcar que los normales para tratar de “camuflar” el sabor no tan agradable de comer sin gluten. No era consciente de que estaba ingiriendo mucho más azúcar del que debía.

Al principio pasé días de mono. Dicen que el azúcar es más adictivo que la cocaína, y no sé si es cierto ni cómo se pasa un mono de droga, pero sé que lo que viví fue un mono. Mono de dulce, y eso que nunca fui excesivamente golosa, un mono que me llevó a estar débil física y mentalmente, malhumorada, desgastada, agotada, sin ganas, pensando que no iba a ser capaz de afrontar esta dieta.

Los días más duros fueron pasando, y los superé sin caer en tentaciones. Comencé a notar el cambio físico; fue bastante rápido. Al mes de llevar la dieta anticándida los síntomas habían desaparecido, mis digestiones eran buenas y me sentía como nunca.

Eso sí, este pasado mes de diciembre me di demasiados caprichos (mi cumple, las Navidades…) y comí algo más de dulce. Evidentemente mucho menos de lo que se come en estas fechas pero para mí, que lo había eliminado de raíz, supongo que fue un chute grande.

dulces

Llevo unos días en un nuevo periodo de desintoxicación; no está siendo tan duro como el primero, pero se nota. Me duele la cabeza y estoy bastante cansada, pero sé que pasará y ahora sí que no tengo miedo, porque sé que ya no voy a fracasar.

Los resultados

Ocho meses después y ya haciendo concesiones en la dieta, sé que lo he conseguido.

Y, ahora, me tomo una copita de vino, o una cerveza, o unas patatas, o alguno de esos alimentos que animan a la cándida albicans. Pero es en momentos puntuales, cuando salgo a comer fuera, o cuando, simplemente, me apetece. Y ya no me sienta mal.

He aprendido a no darle vueltas a la cabeza cuando lo hago. A veces, el hecho de pensar que quizá no me vaya a sentar bien un determinado alimento o que no debería estar comiéndolo hace que, al final, termine sentándome mal. Así que he dicho adiós a los remordimientos y disfruto más que nunca con lo que como. Porque a diario, en casa, mantengo la dieta lo más estricta posible (he introducido fruta que también lleva azúcar, pero es más saludable, y la pechuga de pavo lleva dextrosa y otros derivados que ya me resulta casi imposible controlar…) y así cuando salgo a comer fuera no tengo que andar mirando la carta y descubriendo que quizá no podría comer nada de lo que me ofrecen.

No ha sido sencillo. Afortunadamente he tenido al lado a gente que ha sabido comprenderme, ayudarme y respetarme, aunque también me he topado con miradas que denotaban cierta incredulidad ante lo que explicaba, como si me estuviera obsesionando o fuera una “rara” por mirar la composición de los alimentos. Ni siquiera el médico de digestivo que me trata desde hace varios años y que nunca ha conseguido dar con lo que me pasaba creyó lo que le contaba.

Pero mi cuerpo manda, y yo me encuentro bien. Todo ha cambiado en estos meses, y sé que el esfuerzo ha valido la pena.

A veces nos hablan de intolerancias, o nos dicen “será estrés”, y lo que pasa es que tenemos la flora intestinal tan tocada por tantos motivos que eso hace que nuestro cuerpo no consiga absorber los alimentos. Y hay que recuperarla, y cuidarla día a día para que no vuelva a marchitarse ni dejar que cándida albicans vuelva a aparecer.

Para mí conocer la osteopatía visceral fue mi salvación. Continúo dándome sesiones de vez en cuando para darle a mi estómago y a mi intestino todos los cuidados que merece. Sólo me queda saber desconectar mi cabeza y mis emociones de mi cuerpo y así evitar que vuelvan a incidir en alguno de mis órganos. Esto parece más complicado, pero sigo en el camino de lograrlo.

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4 comentarios en “Mi experiencia con la cándida albicans

  1. Muchísimas gracias por compartir tu vivencia. Estoy sospechando que tengo candidata y ayuda mucho leerte. Lo de la pechuga de pavo me lo apunto. Un abrazo.

    • Hola Mónica, gracias a ti por leerlo e interesarte por el tema. Cualquier duda que puedas tener y que pueda ayudarte a resolver, me dices 🙂 ¡Mucho ánimo! (Yo la pechuga la he seguido comiendo, por ejemplo, porque me resultaba imposible encontrar una totalmente sin nada…)

  2. Hola Isa! Me ha gustado mucho tu post y me siento identificada en parte. No por mi misma pero varios miembros de mi familia iniciaron hace algunos años una dieta estricta (la suya es la macrobiótica) después de llevar años enfermos (de cuerpo pero sobre todo psicológicamente) y han vuelto a vivir literalmente. Llevar una dieta así es muy difícil y lo que más cuesta es salir a comer por ahí y que no te miren como un bicho raro. Sin embargo, gracias a ella, hoy están sanos y felices. De hecho, mi hermano se ha reinventado y ahora es consultor macrobiótico, lo que son las cosas… Yo no soy macrobiótica pero sigo algunas pautas. Últimamente me cuesta mucho no caer en la tentación del azúcar. Parece ser que cuando no se duerme bien (a la peque le están saliendo los dientes y llevo dos meses sin dormir 4 horas seguidas) el cuerpo reacciona pidiendo azúcar… Me alegro mucho por ti y espero que la salud se instale definitivamente en tu vida.
    Un besico!
    Paz

    • ¡Muchas gracias Paz por tu comentario! 🙂 Es una pasada cómo nos puede cambiar la vida la alimentación. No conozco esa dieta pero voy a buscar información a ver de qué se trata. Me alego muchísimo de que les haya ido tan bien. Un besazo y mil gracias!

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