No hubo un plan B cuando más lo necesitábamos.
¿Te acuerdas?
Cada regalo que me hiciste en estos cinco años venía con plan B. Tu plan B consistía en que, si no me gustaba o no me valía lo que me regalabas, te lo quedabas tú (porque a ti también te gustaba, claro). Y ya buscarías otra cosa.
El caso es que siempre, siempre, acertaste. No pudiste quedarte nada, porque durante estos cinco años he llevado feliz y orgullosa cada uno de tus regalos.
Me enseñaste que siempre hay alternativa.
Y yo quería un plan B. Quería que te quedaras, que siguieras compartiendo conmigo esas miradas cómplices y esas medias sonrisas, que nunca nos faltara ese vermut de los domingos, o de cualquier sábado.
Cinco años se me han quedado cortos. Tenía tantas ganas de todo contigo. Con vosotros. Juntos creamos una nueva familia y sin ti ya no es lo mismo. Los seis hacíamos un gran equipo que ahora seguirá adelante como pueda. Pero no. Sin ti no es ni nunca será lo mismo.
Faltan ganas y sobran lágrimas.
Faltas tú.
Me acuerdo de la primera vez que te vi.
Era el 1 de enero de 2013. Estábamos en el garaje recogiendo los restos de la cena de fin de año y entraste a saludar. Yo intenté camuflar mi vergüenza detrás de las amigas de Rober. Y tú sabías perfectamente quién era yo y por qué estaba ahí.
Me hiciste sentir una más en tu casa. Desde el primer día y sin condiciones. Siempre pendiente de que no faltara mi pan sin gluten, de que nada contaminara mi comida, de que todas mis intolerancias estuvieran resueltas. Sin protestar. Con todo el amor que dabas a todos los que te rodeaban.
Gracias.
Gracias por tu generosidad, tu paciencia y tu ironía.
Te echo de menos. Hace una semana que no te veo y querría verte siempre.
No entiendo por qué la vida tiene que ser tan injusta a veces. Con las lágrimas expulsamos oscuridad, pero no hay manera de que dejen de salir. Será que todo es demasiado oscuro sin ti.
Tranquila, cumpliré todas las promesas que te hice.
Y, recuerda,
nunca olvides
te quiero siempre.